Quien desee ponerse al día puede ir a la primera y a la segunda parte de la serie.
Estamos aportando una clasificación de la biotecnología según su nivel de intervención en un organismo vivo. Es baja intervención cuando hacemos que el polen de una planta fecunde a otra (tal como se logró la creación del maíz a partir de plantas diferentes a este, llamadas teocintles). Mediana intervención es cuando trabajamos con tejidos o células (el ejemplo es el cultivo de papa a partir de puntas de crecimiento, yemas o meristemos, pues se encuentran libres de un virus muy perjudicial que está presente en todas las semillas (tubérculos que pueden dar origen a nuevas plantas). Alta intervención es cuando ingresamos dentro de las células para hacer modificaciones al ADN (ejemplo clásico son los transgénicos, pero también hay intervención al nivel de ADN sin el elemento trans, o sea cuando los genes pertenecen al mismo tipo de organismo y no son «importados» de otras especies. Profundizaremos en esto más adelante).
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Dejo aquí una pregunta para los entendedores: si mezclo dos especies con genoma (contenido de genes de un ADN específico) diferente para obtener una nueva especie, ¿es una operación transgénica y, por lo tanto, abominable? Una ayudita: los caballos tienen 64 pares de cromosomas en su ADN. Los burros (que son una especie diferente a la de los caballos) tienen 62 pares de cromosomas. Si se mezclan entre ellos (lo hacen en la naturaleza, sin intervención humana, y también con la ayuda del hombre) resulta un tercer animal, diferente de sus progenitores, llamado mula/burdégano y que tiene 63 pares de cromosomas. Los machos y las mulas son estériles.
Las técnicas de intervención baja y media se utilizan ampliamente y de manera tal que nosotros, los consumidores de productos de la biotecnología ya ni siquiera somos conscientes de ello. Lo consideramos normal.
Pero hay un grupo más grande de productos que vienen de intervenciones altas y de los que tenemos poco o ningún conocimiento.
Un ejemplo claro es el de la insulina (y el de los cerdos), sin la cual no se puede dar tratamiento a la diabetes.
Originalmente, la insulina para estos tratamientos se extraía del hígado y páncreas de cerdos y vacas, siendo el de los cerdos el más compatible con los humanos (de hecho, es amplio el uso de ingeniería genética aplicada a los cerdos a fin de beneficiar la salud de los humanos. Presentamos, por limitaciones de espacio, una lista de 10 aplicaciones médicas donde se utilizan tejidos, órganos o derivados del cerdo. La fuente de la información se encuentra aquí, aquí y aquí).
Volviendo a la insulina que tantas vidas salva, más del 99 % de esta se produce más o menos de la siguiente manera: se extrae el gen humano que induce la producción de insulina, se introduce en el núcleo celular de bacterias (Escherichia coli) o levaduras (Saccharomyces cerevisiae), se cultiva en fermentadores para producir grandes cantidades y luego de otros procesos de manipulación se llega a disponer de insulina para uso médico humano. Este es un irrebatible ejemplo del uso de la biotecnología genética de alto nivel de intervención para producir cosas que protegen millones y millones de vidas humanas. Pero no todo es de claro beneficio, como veremos más adelante.
Lo que debe quedar asentado y sin dudas es que cualquier biotecnología (sea de baja, mediana o alta intervención) puede tener enormes beneficios para los humanos, los animales o hasta el planeta entero, y que lo contrario también puede ocurrir. Repito para los distraídos: lo contrario también puede ocurrir.
Veremos el lado negativo de esto, pero antes dejemos volar la imaginación sobre lo que podríamos hacer utilizando ingeniería genéticta. ¡No se vayan! Volvemos en dos semanas.
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