Wingston González y Carmen Lucía Alvarado coincidieron en un aspecto muy importante de la literatura de Juárez. El primero decía que en la producción literaria (cuentos y novelas) de Juárez no se encuentra salvación. La segunda señalaba que sus narraciones presentan lo que hay («esto es lo que es») y nada más. No puedo sino estar de acuerdo con dichas opiniones. Sus cuentos, reunidos en este volumen, y sus novelas, Retrato de borracho con país (2008), Exposición de atrocidades (2011), Trash (2018) y Perro, demasiado perro (2022) testifican las observaciones de González y Alvarado.
Sin embargo, aunque no hay salvación en sus narraciones, la tragedia que anima a sus personajes es que en muchos de ellos existe el deseo de salvarse, el deseo de encontrar sentido y ternura, aunque la vida, la sociedad y los otros no les permitan encontrarlos. Dicho sea de paso, eso me recuerda la definición de absurdo de Camus: la tensión entre la necesidad de hallar un sentido en la vida y el sinsentido de esta. Creo que lo mismo pasa con la producción literaria de Juárez, quien expresa ese talante existencial en el marco social de los bajos fondos de ciudad de Guatemala.
Un ejemplo de esta imposibilidad (no hay salvación, pero hay deseo de ternura y reconocimiento) es el del personaje del cuento que abre el libro comentado: Un día en la vida de Óscar Sanabavich,
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En efecto, el cuento transcurre en un día de la vida de este personaje. Desde que se sube al odioso transporte urbano, que despierta las fantasías más violentas en venganza de las humillaciones sufridas, pasando por un trabajo deshumanizante, incluyendo las relaciones que se establecen en una gran empresa, hasta los escapes a ese universo alienante, que no hacen sino reproducir la violencia y la degradación.
Sin embargo, el último párrafo de este cuento es la expresión de un anhelo de que ese mundo violento y caótico que le tocó vivir al personaje, no hubiera sido la última palabra. Es necesario citarlo:
«Dentro de la patrulla, reclinando su cabeza sobre la ventana. Óscar no podía dejar de pensar en la inocente protesta de La Bala que, al igual que él, esa noche lo único que le había pedido a la vida era un abrazo. Un abrazo salvavidas». (p. 27)
Los personajes no encuentran ese abrazo salvavidas. En efecto. Pero el deseo de algo distinto (reconocimiento, identidad, ternura, comprensión) existe.
Los relatos incluidos en el volumen hacen del escritor un testigo necesario de nuestro tiempo y de nuestra condición, con todo y la crudeza que les atraviesa.
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