Desde ese día, han transcurrido más años que la edad que habría cumplido Marco Antonio Molina Theissen. El Niño de noviembre, como le llama el trovador de la memoria Fernando López Rivera, estaba por cumplir 15 años, pero no pudo llegar a compartir el pastel con su familia.
En una operación militar de venganza, un comando del ejército de Guatemala le arrebató de los brazos de su madre, Emma Theissen Álvarez. Casi cuatro décadas y media han pasado desde entonces. Y ni uno solo de los más de dieciséis mil días que han visto el amanecer, doña Emma ha dejado de pensarlo. Como tampoco lo han hecho sus hermanas Lucrecia, María Eugenia y Emma.
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Tan mala entraña debe haber tenido el jefe del grupo, Hugo Ramiro Zaldaña Rojas, que no le tembló la mano para arrebatar a un niño de los brazos de su madre. Como tan mala entraña ha de tener quien criminaliza mediante una denuncia espuria a una familia que ya ha sufrido bastante. Solo la perversa maldad de violentar sexualmente a una joven, y luego secuestrar y desaparecer a un niño, es comparable con la de afirmar que Marco Antonio no solo está vivo, sino que además acudió al tribunal por estar casado con su hermana. La mente detrás de este infundio solo puede anidar en una persona tan malvada como el secuestrador y tan perversa como el violador.
Esa denuncia espuria no retrocede ni con las tres muestras de ADN, innecesariamente tomadas a la familia, que prueban la falsedad de la deleznable afirmación. Los cuatro militares condenados, uno de ellos ya muerto, Manuel Callejas y Callejas, sostuvieron la acusación de la abogada de violadores y asesinos, pero guardaron silencio sobre el paradero de Marco Antonio. De manera contumaz se han guardado esa información, pero sí han persistido en su afán por criminalizar a una familia honorable y digna que solo ha buscado justicia por su niño secuestrado y su hermana violentada.
Esa maquinaria que operó contra Emma y Marco Antonio, es la misma que trabajó en el plan de la masiva desaparición de personas. Es la que arrebató a Emil Bustamante, Antonio Ciani García, las hijitas y familia de Adriana Portillo y 50 mil personas más del abrazo de sus seres queridos. Es la responsable de que en cada cumpleaños, navidad, fiestas o reuniones, siempre haya un espacio vacío: el que habría ocupado el familiar que les fue arrebatado.
Secuestrar y desaparecer a un niño no es hazaña. En esa acción malvada no hay deber ni honor ni gloria; mucho menos valor. En ese acto cobarde solo hay maldad, perversión y mala entraña. Por eso han mantenido un infundio y un acto malvado de criminalización contra la familia Molina Theissen.
Pero ni uno solo de sus actos borra la digna persistencia por alcanzar justicia y conocer el paradero del Niño de noviembre. Pese a su ruin intención, la familia Molina Theissen no ha estado ni estará sola, jamás. Como los barriletes que solía elevar Marco Antonio, como la sonrisa que ilumina su rostro de niño inocente, la solidaridad con su familia es constante, sólida, leal y creciente.
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