La vida entorno al tráfico

Hemos normalizado  que el trayecto casa-trabajo-casa implique dos o cuatro horas diarias.  Ahora bien, ¿qué pasa con quienes no se movilizan en vehículo? ¿Cuánto tiempo dedican a buscar o esperar el transporte público para sumarse a esa agotadora ruta con el objetivo de llegar al punto de destino?

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Guatemala es caótica; no está pensada para su ciudadanía. La calidad de vida puede medirse y analizarse desde la situación que genera el caos vial en la Ciudad de Guatemala: actividades que comienzan de madrugada, interrumpiendo el sueño reparador; las prisas por salir de casa para no sumar minutos al tiempo «regular» de tránsito; la reducción de espacios para compartir, dialogar y convivir con quienes nos rodean, principalmente nuestra familia. No poder descansar, ni disfrutar de actividades recreativas o saludables, se ha vuelto parte de la rutina que impone el día a día en «el tráfico».

Esta condición de colapso vial vulnera nuestras vidas y deshumaniza a las personas. Los accidentes, lejos de generar una reflexión por la pérdida de vidas humanas, se convierten en motivo de molestia: una víctima más es, para muchos, simplemente «más tráfico». ¿Dónde queda el valor de la vida?

Según el PNUD, en su análisis sobre hechos de tránsito en Guatemala en 2023, ocurren a diario aproximadamente 22 accidentes. Además, seis personas pierden la vida y 24 resultan lesionadas cada día. Por su parte, el Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN) reporta que el parque vehicular alcanzó los seis millones de unidades en abril de 2025, siendo la mayoría motocicletas (2.95 millones) y automóviles (2.61 millones).

Con estos datos, es evidente que el número de vehículos seguirá en aumento, al igual que las horas de tráfico y el tiempo que debemos ceder para movilizarnos. Sin embargo, el país carece de un plan de desarrollo que mejore la calidad de vida de sus habitantes. Las municipalidades tampoco han adoptado medidas efectivas. Es responsabilidad de los gobiernos locales atender las necesidades de su población y buscar soluciones a los problemas de movilidad y planificación territorial, con una proyección coherente con la realidad que vivimos y la calidad de vida que merecemos.

Aceptar el caos vial como parte de la normalidad tiene un alto costo en nuestras vidas, tanto físico como económico y psicosocial. Los costos no son solo materiales: son también emocionales. ¿Cuánto tiempo dejamos de compartir con la familia o amistades? ¿Cuántas actividades dejamos de lado por la dificultad de movilizarnos? A esto se suma la preocupación constante durante los trayectos: el tráfico, el alto costo de vida, la inseguridad en las calles, la escasa disponibilidad de transporte público seguro y los gastos excesivos de movilización.

Es necesario reflexionar y rechazar la idea de que debemos acostumbrarnos a vivir así. Merecemos mejores condiciones de vida, y es urgente exigirlas a quienes tienen la responsabilidad de garantizarlas, tanto a nivel local como nacional.

¿Cuántas horas de su vida diaria giran en torno al tráfico?