Ni el gato ni el libro se molestan por tu cansancio. No les importa la grandeza de cualquiera de tus éxitos ni les impacta lo profundo de las caídas de tus fracasos. Con ellos eres quién eres, sin etiquetas. Están ahí a la espera de tu regreso con o sin logros.
Eso sí, los gatos y los libros, cuando quieren, te hacen un llamado silencioso. A veces es un leve maullido y están ahí, a veces caen al suelo o se mueven de su librera y se abren y agitan sus hojas para que los veas al simple contacto del ojo, al alcance de la mano cuando quieren dejarse acariciar o leer, sin imponerte normas, sin exigirte nada a cambio.
Los gatos y los libros son seres que conmueven. Son huéspedes que se desplazan en silencio por las habitaciones y llenan de ternura los espacios vacíos de tu corazón. Se sientan en tu regazo y te llenan las manos y el alma. Cuando los acaricias se van como vinieron, sin culpas ni reclamos.
Nada más sincero ni más entrañable que los libros y los gatos. Los observas de cerca o a la distancia y te devuelven la mirada entrañable de quien no espera nada de ti. Sin embargo, si te acercas lo suficiente y te acomodas y les das un espacio y los cuidas y te quedas ahí, inmóvil. Cuando ellos quieren te llenan de gratas sorpresas, de bellos recuerdos, de insospechadas ideas.
Los gatos y los libros son seres que se desplazan y se presentan con elegante gracia. Duermen de día y tienen su vida en las intrincadas horas nocturnas, esas donde la soledad suele roerte las entrañas como si estuvieras próxima a convertirte en el alimento de un tiburón blanco.
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¿Quieres conocer un poco más de la naturaleza en general y de tu naturaleza en particular? Solo acompáñate de unos cuantos gatos y de algunos libros. Del gato como del libro eres el camino para expresarse. Ambos se suben por donde quieren para mostrarte los senderos de la vida, lo que de verdad es significativo, lo trascendente del aquí y del ahora.
No importa que un día no y otro tampoco los toques, los busques, quieras complacerlos. Los gatos y los libros tienen sus propios ritmos y sus horas. Solo cuando ellos quieren te llenan de ternura permitiéndote acercarte, acariciarlos. En otros momentos huyen de ti como si el solo roce de tu piel fuera un insulto. Son así. Están ahí sabiéndote a su lado. Te conocen en áreas que ignoras, te posibilitan ser más allá de lo imaginado, te dan numerosas razones para ser y estar en el mundo aunque, a cambio, les des muy poco.
¿Existe amor más desinteresado? A los gatos en casa les proporcionas comida, agua, un arenero limpio, espacio y juguetes para que en medio de esas limitaciones gocen de una vida lo más placentera posible. A los libros les das un territorio en su librera, en la mesa de noche, sobre el escritorio y los cuidas, los liberas del polvo, de los insectos, de las polillas que los perforan y les dejen cicatrices como si fueran mordeduras incurables.
A veces olvidas a los gatos, dejas de jugar con ellos y no pasa nada. Si perciben la tristeza se acercan y si sienten el enojo se alejan. A menudo dejas de leer tus libros y tampoco pasa nada. Están ahí para cuando quieras volver a ellos. Aunque te duela reconocerlo tanto los gatos como los libros pueden arreglárselas sin ti.
Los gatos y los libros son seres mágicos, fantásticos, místicos: están llenos de sabiduría. Son seres libres de ataduras. Los gatos, dicen, tienen siete vidas. Los libros, vidas infinitas.
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