El miércoles 8 fue el turno del Ministerio de la Defensa, que en apoyo a sus demandas llevó como porra a los alcaldes, a quienes, sin que mediara pública planificación, supuestamente apoyan en el arreglo de caminos. El presidente actual, siguiendo en ello la malograda administración de Pérez Molina, ha decidido desfigurar el Ejército de Guatemala poniéndolo a realizar acciones como bacheo, vigilancia interna y hasta elaboración de pupitres, por lo que no extrañaría que pronto, como sucedió en la administración de Pérez Molina, soldados y oficiales hombres estén dando pláticas de orientación sexual en las escuelas públicas.
El espectáculo promocional de las actuales autoridades del Ejército comenzó con una actividad que a su fundador, Justo Rufino Barrios, lo habrá hecho revolverse en su tumba. Los soldados del beatífico Ejército de Guatemala iniciaron su exposición elevando una oración a los cielos. La expresión de incomodidad y asombro del ministro de Finanzas es evidente en las fotografías que circularon. Un Ejército creado y constituido desde una total y absoluta perspectiva laica ha sido convertido, por irresponsabilidad de su comandante general, el presidente de la república, en un remedo incoherente y cómico de la congregación religiosa norteamericana Ejército de Salvación. La religión, como las opciones políticas, son cuestiones del fuero interior, de modo que cada uno, de manera individual, pueda realizar sus prácticas, pero no utilizar para ello los espacios donde se ejerce una función pública. La mezcla irresponsable de poder y religión ya dio resultados desastrosos en la vida institucional del país, como los casos de Efraín Ríos Montt y de Jorge Serrano Elías.
La presentación militar continuó enumerando todos los supuestos logros alcanzados y concluyó en la exigencia de un incremento del 9.8 % del presupuesto de 2016. Las causas y las razones se quedan en las sombras, pues ni jugando los responsables de las fuerzas armadas elaboraron su propuesta con base en resultados. El presidente Morales, cual émulo de Carlos Arana Osorio, a toda costa quiere presentar a la sociedad militares hasta en la sopa, cuestión que los altos mandos están aprovechando para ampliar sus demandas sin que medie evaluación externa alguna, mucho menos auditorías transparentes.
Nadie niega la necesidad de una fuerza militar profesional y bien equipada en sus tres ramas, para lo cual, sin embargo, es indispensable que esta se concentre en sus actividades constitucionalmente establecidas. Para realizar patrullajes y brindar seguridad ciudadana urge mejorar las capacidades de la PNC. Y si algún oficial tiene buenas ideas al respecto, es cuestión de que inicie la carrera policial y que desde allí promueva su desarrollo y consolidación. En el caso de los caminos, existen en otros ministerios instituciones especializadas para hacerlo. Irresponsable resulta, por decir lo menos, que sea el mismo presidente de la república y su ministro de la Defensa quienes, por imponer ante la sociedad la imagen de bondad del Ejército, debiliten otras instituciones del Estado usurpándoles sus funciones.
Todo hace suponer que, si en la recién elaborada Política General de Gobierno 2016-2020, en el eje de seguridad, las prioridades presidenciales (que curiosamente no se identifican como prioridades del Estado de Guatemala) son control de fronteras, prevención de la violencia y apoyo al sector justicia, solo en la primera de ellas tiene implicaciones el Ejército de Guatemala, por lo que su presupuesto debería estar únicamente en consonancia con ella.
Sin embargo, en el gobierno personalista del señor Morales, el Ejército, más que estar para defender fronteras, parece haberse convertido en Ejército de Salvación, dedicado más a orar en plaza pública y hacer caridades.
Tal vez lo que ahora les quede es vestirse de blanco y ponerse en las esquinas a realizar su cooperacha, que al menos así no serán privados de libertad, como le sucedió ya al exministro López Ambrosio.
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