Era abril de 2015. Guatemala transcurría en total anomia. La ruptura de la norma era regla, y el cumplimiento de las reglas formales y de los valores era poco común [i]. La grave situación del país era normal. Se aceptaba la precariedad de alimentos en los hospitales, la represión a estudiantes, el ecocidio. Exigir el cumplimiento efectivo de la ley y la protección de los derechos humanos era causa de acusaciones y censuras. En abril de 2015 gobernaba Otto Pérez Molina. General retirado, había servido en el Estado Mayor Presidencial del gobierno de Álvaro Arzú y como comisionado presidencial de la seguridad del gobierno de Óscar Berger. Desde la Presidencia articulaba a políticos, militares, empresarios y narcotraficantes en la comisión de delitos.
La anomia en Guatemala no empieza allí. Es un fenómeno enraizado en la estructura de la economía política guatemalteca, que se sostiene en la represión. Muchas generaciones atestiguamos el imperio de la impunidad. Forjó en nuestra identidad la impotencia de quien tiene autoestima baja y vive en codependencia. En este país es tan difícil conseguir justicia que primero se suele traicionar a la víctima, proteger al victimario, perdonar la mentira comprobada a cambio del falso sentimiento de tranquilidad. Eso es anomia. Aquellos a quienes les conviene la estimulan. Otros la permiten por pánico a la sanción social. Así, muchas personas apoyan la limpieza social, justifican el racismo, niegan el genocidio, disculpan el femicidio y apoyan el fin de la Cicig en el país.
Ese 15 de abril, el Ministerio Público y la Policía Nacional Civil capturaron a los primeros implicados en el caso La Línea, con lo cual se demostró que el gobierno del PP estaba ocupado por criminales. Fue la lección inaugural de una cátedra sobre Estado de derecho y ejercicio de la democracia. Luego vinieron antejuicios, manifestaciones, pronunciamientos, reformas y más capturas. Guatemala de la anomia se empezó a resquebrajar y se atrevió a pedir cambios estructurales para retomar las instituciones capturadas por el crimen organizado.
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En medio de aquel esperanzador ambiente, la anomia aún predominó y se eligió el perfil más anormal para presidente: un comediante racista. En menos de cuatro años enfrentamos las mortales consecuencias de la irresponsable moderación. La fachada de la democracia electoral fue financiada e impuesta por redes de crimen organizado como mecanismo para mantener el control, garantizar impunidad y preservar la anomia. Sobre ellas recaen los daños provocados del 14 de enero de 2016 a la fecha.
Asesinatos y muertes por acción u omisión del Estado: 41 niñas del hogar seguro, más de 3,000 personas en el volcán de Fuego, 52 personas defensoras de derechos humanos, migrantes, niños, niñas y jóvenes.
Embestida a la institucionalidad democrática: debilitamiento del Tribunal Supremo Electoral, ruptura del Estado, desobediencia a la Corte de Constitucionalidad, amenazas a la independencia de la institución del Procurador de los Derechos Humanos, violación de la Constitución Política de la República.
Asalto al sector justicia: toma de la Corte Suprema de Justicia, desarticulación de la PNC, complicidad del Ministerio Público, criminalización de la ciudadanía participativa y ataques a la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala.
En semanas será 15 de abril de 2019. Cuatro años después de aquella primera captura, las mañas entre los pactos de la impunidad están vigentes. Pero algo ha cambiado. Hemos disfrutado de un intenso proceso educativo para nuestra liberación. Más conscientes e informados, podríamos continuar retando la anomia. Esto significará identificar los errores que cometimos, resistir a la manipulación del discurso doblemoralista, prohibirnos la ingenuidad, exigir y ofrecer justa reparación de los daños causados. Es nuestra responsabilidad ver más allá de la demagogia electoral, que finge esperanza y valor mientras se reviste de corrupción. Sabemos a quién le toca: nos toca ser valientes contra la impunidad y atrevernos a la articulación necesaria para gestionar la primavera.
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[i] Mack, L. F. (marzo de 2017). La anomia del Estado. Cuaderno de debate 8. Guatemala, Guatemala, Guatemala: Flacso.
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